Los volcanes constituyen el único intermedio que
pone en comunicación directa la superficie con los niveles profundos de la corteza
terrestre; es decir, son el único medio para la observación y el estudio de los
materiales líticos de origen magmático, que constituyen aproximadamente el 80 % de la
corteza sólida. En la profundidad del Manto terrestre, el magma bajo presión asciende,
creando cámaras magmáticas dentro o por debajo de la corteza. Las grietas en las rocas
de la corteza proporcionan una salida para la intensa presión, y tiene lugar la
erupción. Vapor de agua, humo, gases, cenizas, rocas y lava son lanzados a la atmósfera.
Los volcanes son en esencia aparatos geológicos que
establecen una comunicación temporal o permanente entre la parte profunda de la litosfera
y la superficie terrestre.
Las partes de un volcán típico son: cámara
magmática, chimenea, cráter y cono volcánico.
La cámara magmática es la zona de donde procede la
roca fundida o magma, que forma la lava; la chimenea es el canal o conducto por donde
asciende la lava; el cráter es la zona por donde los materiales son arrojados al exterior
durante la erupción; el cono volcánico está formado por la aglomeración de lavas y
productos fragmentados. Con frecuencia, fracturas del cono volcánico o explosiones
eruptivas, dan lugar a cráteres adventicios que se abren en los flancos o en su base y
cuyas chimeneas secundarias comunican con la principal.
Las manifestaciones de la actividad volcánica, es
decir, la salida de productos gaseosos, líquidos y sólidos lanzados por las explosiones,
constituyen los paroxismos o erupciones del volcán. Muchos de los volcanes que
actualmente existen en la superficie de la Tierra no han dado muestras de actividad
eruptiva y por eso se les llama volcanes extinguidos, independientemente de que en algún
momento alcancen la actividad.
Otros se hallan hoy, o se han hallado en tiempos
históricos no muy lejanos, en actividad, y por eso se les llama volcanes activos. Esa
actividad eruptiva es casi siempre intermitente, ya que los períodos de paroxismo
alternan con otros de descanso, durante los cuales el volcán parece extinguido (Vesubio,
Teide, Teneguía, Fuji, etc.). Existen sin embargo volcanes que son de actividad continua,
como el Manua-Loa de las islas Hawai o el Etna en Sicilia.